domingo, 8 de septiembre de 2013

Dos Sevillanas por Sevilla

 UN DIA POR SEVILLA

Era una mañana soleada de invierno, el aire fresco nos daba en la cara dejándonos casi sin aliento, pero como es costumbre en Sevilla poco duraría aquella sensación de frío. Tras tomarnos un café calentito junto a una buena tostadita, procedimos a ponernos en marcha a nuestro destino, el centro de Sevilla.

Nos metimos con el coche, qué lócura, pensando aparcar por Los Jardines Murillo. Pero el tráfico era impresionante, eso unido a las diferencias de opinión ("no, por aquí no era", "te he dicho el acueducto a la izquierda", "no yo pensaba en La Puerta de la Carne a la izquierda", "pues deberíamos haber venido en metro", ya sabes la cosas)

Que fácil eran las cosas cuando éramos pequeñas y no teníamos más remedio que ir en autobús.

Por fin logramos aparcar, 'na más ni menos' que en Capitanía, así que nos quedaba andar. Pero no se nos hizo nada pesado pues todo lo que nuestros ojos veían era hermoso e impresionante.

El parque de El Prado convertido en una feria de invierno rezumaba alegría. Una gran noria se levantaba en el centro, frente a ella la pista de hielo, puestos de lo más variados y hasta unas ramplas para tirarse en trineo; no pudimos resistirnos a echarnos una foto en este ambiente tan estival.

Seguimos nuestro camino cruzando por los jardines Murillos con el colorido de sus flores y el aroma de nuestra  Sevilla. Salimos al barrio Santa Cruz, calle del Agua y avanzamos por ella disfrutando de cada detalle y fotografiando uno de sus patios típicos llenos de flores que contrastan con el blanco de sus paredes. La Judería, un laberinto de calles estrechas todas ellas con encanto, todas ellas con historia.

Llegamos al Patio de Banderas y nuestra primera reacción es de sobrecogimiento ¡qué hermosa es nuestra Sevilla! ¡Qué vistas de la Giralda con los naranjos en primera línea! Aquí haríamos mil fotos desde todos los ángulos pero ninguna captaría con total fidelidad lo que nuestros ojos contemplan. Seguimos nuestro camino y llegamos a la Catedral: la grandeza de su estructura no puede pasar desapercibida  y la combinación de sus diferente estilos arquitectónicos, todos en completa armonía, es sin duda inigualable. El ambiente, las gentes, turistas, sevillanos y cocheros llenan la calle de diversidad. Al pasar por la puerta le echamos un vistazo al Patio de los Naranjos.

La hora de la comida se acerca, así que nos asomamos a los Coloniales y, cómo no, esta llenito de gente, pero la espera merece la pena por que tiene las tres B: Bueno, Bonito, Barato. Y por cinco euritos llenamos nuestra barriguita antes de seguir con la caminata.

Tuvimos ganas de subir a la Giralda pero para 'chasco' nuestro no se podía porque había un evento navideño. Pero no pasa nada, porque hacemos una visita al Alcázar en su lugar.

¡Qué maravilla! Las paredes emanan historia, y los detalles de sus gravados nos dejan sin habla. ¿Cómo tallarían esos techos tan perfectos?. Sus gravados, sus fuentes y el susurro del agua hacen del palacio un sitio mágico. El Patio de las Doncellas, sin duda uno de los más bonitos, los jardines, el laberinto y las aves que allí habitan. Entre ellas, pavos reales que recuerdan la majestuosidad del sitio. El tiempo pareció pararse en nuestra visita y no pudimos resistirnos a sentarnos en el balcón de la cafetería para seguir disfrutando del paisaje frente a una calentita taza de café. ¡Qué paz y tranquilidad se respiraba! Salimos de Los Alcázares  embelesadas y relajadas como si de un spa hubiéramos acabado de salir, pero pronto nos pusimos en marcha.

Nuestra última visita eran Las Setas y ya no nos quedaba mucho tiempo para volver a la vida real y dejar de hacer turismo. Acortamos camino tirando por la Plaza de El Salvador y antes de que nos diéramos cuenta ya estábamos en la Encarnación.

¡Vaya mamotreto más grande! Hay que admitir que la estructura es impresionante y aunque el lugar para construirlo ha dado mucho que hablar, tiene una forma original e impactante. Subimos para disfrutar de las vistas, sin duda lo mejor del lugar, pues desde allí se tiene una visión privilegiada de toda Sevilla, la monumental y la moderna. Bajamos al museo sin apenas ya tiempo para disfrutar de él, pero así tendremos la excusa para volver otro día.


Andamos sobre nuestros pasos, camino al coche sin querer despedirnos de este día que ya se acaba. La vuelta no se hace triste pues, sin duda, hemos disfrutado del día.





1 comentario:

  1. Me encanta la perspectiva de Sevilla, con sus patios, su Catedral y sus lugares típicos.

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